Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y el resto se os dará por añadidura (Mt 6, 33)

Buscar el Reino de Dios puede parecer tarea difícil o lejana, o incluso para el más pesimista, casi imposible. Pero la verdad siempre es más bella que cualquier pesimismo, y las hermanas Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre en Barcelona nos lo demuestran con su día a día vivido en el amor de Cristo. ¿Y dónde encontrar este amor, se preguntará alguno? Durante la visita que los seminaristas de propedéutico hemos hecho a su gran casa hemos podido ser testigos del amor que se hace obra a través de las hermanas y los voluntarios en el cuidado y cariño para con los enfermos que allí viven.

Lo que hemos visto no es un centro de atención social ni tampoco un trabajo desganado, sino todo lo contrario: es una familia plenamente dedicada al cuidado de sus miembros que más sufren, de los enfermos. Como en toda familia, en el Cottolengo del Padre Alegre hay muchos y diferentes rostros, vidas y almas. Las edades varían desde los 3 años hasta los 93. Cada persona es distinta con sus aficiones y habilidades y también con sus dolencias y necesidades. El poner la vida al servicio de quienes más lo necesitan no es para las hermanas un ideal sino una realidad como lo es la familia, algo tan tangible como lo son todos y cada uno de los acogidos en la casa.

Nos contaba una hermana durante la visita que cuando alguna vez ha sentido pesadumbre o enojo por el cansancio de la jornada el Evangelio ha venido a ella recordándole lo que Jesús clama en Mt 25, 40: En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. ¿Cómo, pues, dirigirse a cada uno de los hermanos enfermos? La respuesta es esta: como si de Cristo se tratase.

La fuerza que empuja a ser al Cottolengo tiene como pilar fundamental la oración. A través de ella las hermanas y todos los acogidos en la casa ponen en manos del Señor su vida, alegrías, sufrimientos, peticiones y gracias. Esto es algo a lo que, en verdad, todo cristiano está llamado a hacer, a vivir un diálogo puro y sincero con la oración, pero lo que caracteriza el carisma de esta congregación es la grandísima fe y abandono absoluto en la providencia. Si algo falta en la cocina, si el dinero no alcanza para cubrir los gastos o si se necesitan más manos de las que hay, no escucharemos jamás una petición o insinuación por parte de las hermanas, tan siquiera conoceremos qué necesitan. Dios proveerá. ¡Y así lo ha hace! El hecho de que desde la década de 1930 hasta hoy día la divina providencia haya mantenido viva y unida la gran familia del Cottolengo es muestra de su actuación en el día a día moviendo los corazones de tantas buenas personas que, con su gran o pequeña aportación, son instrumento de un amor que viene de lo alto.

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